viernes, 19 de diciembre de 2008

Navidad, Navidad, dulce navidad...


Llega la navidad. La parte del año en la que to er mundo es güeno. La gente sale a la calle a comprar compulsivamente. Los ayuntamientos ingresan en las arcas de la eléctricas un montón de euros a base de lucecitas. Los niños y sus padres y madres se aglomeran en torno al Cortilandia. Doña Manolita tiene colas de decenas de metros en la Gran Vía. Todo el mundo le desea al contrario paz y felicidad para el año siguiente, pero en cuanto llegue el día 7 de enero, "leña al mono que es de goma". Circulan miles de emilios por la red con mensajes de estos que los machos españoles llaman "mariconadas". Comidas de empresa aguantando al idiota de Gómez. Comidas y cenas familiares en las que se puede cortar el aire con un cuchillo por no tirarte a la yugular de tu cuñado.  Aguantar a tu sobrino el cabestro que se sube por encima de los sofás sin que tu cuñado, el de la yugular, le diga nada. Ver como tu cuñada te refriega por la cara que tiene más dinero que tu (eso si, y peor gusto). Vecinos horteras con los altavoces a la calle y villancicos a tutiplén. Cava, vino peleón que tu cuñado intenta hacer ver que es la hostia. Cientos de euros tirados a la basura en juguetes que tu hijo ya no utiliza dos segundos después de abrirlos. El amigo invisible en el que la cuñada o el cuñado pijo, te piden una cartera color sepia de la marca puturrús que no hay cristo que encuentre (es por joder!). El mensaje de su mayestática señoría repetido año tras año más veces que verano azul. El programa de humor de Nochevieja, que ni tiene humor, ni está hecho en nochevieja, ni na de na. Petardos y más petardos durante toda la nochevieja. El político de turno vestido de Obama para desfilar en la cabalgata. El roscón de tu cuñada que está más seco que la mojama. El día después de reyes. ...
En fin, derroche, deseos que no se sienten, opulencia y extravagancia. Y mientras en el tercer mundo nunca es navidad.

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