martes, 6 de enero de 2009

Día de Reyes


Anoche vi a tres sombras que se movían al son de las farolas. Eran alargadas. En una aparecía una especie de cara llena de pelo. En otra, la cabeza acababa en una especie de corona y en la última parecía que llevaba un turbante. Con sigilo, apagué las luces del salón. Estuve observando desde una esquina de la ventana un rato. Parecía que las sombras iban y venían de luz a luz, de farola a farola. Al cabo de un rato, aparecieron las sombras de lo que parecían tres dromedarios. Luego aparecieron más sombras. En el estado de nerviosismo que tenía, me parecían sombras de los pajes, de los regalos, de los dromedarios de los reyes magos. ¿Sería verdad que existen?. Desde que tenía siete años, había dejado de creer en ellos. Los reyes son los padres me dijo mi amigo Luis. Yo no podía creerlo e inicié una discursión que acabó en pelea. 
-No, decía yo, los reyes existen, que me lo ha dicho mi padre.
-Pues tu padre es un mentirosos, decía Luis. Los reyes no existen y los regalos los compran los padres.
-¡Que no!
-¡Que si!
....
Así fue como acabó el mito de los Reyes Magos para mi.
Pero anoche, lo que en un principio creí que eran ladrones y más tarde alguna broma de algún vecino para sus hijos, poco a poco fue recobrando en mí la vieja ilusión de los Reyes Magos. No podía ser otra cosa. Tanto movimiento de allá para acá y de acá para allá. Tanta sombra que iba y que venía. Tanto alargarse y empequeñecerse. Tanto movimiento hizo en mi remover esa pequeña conciencia de niño y pensar, que, sólo tal vez, los Reyes Magos existieran o que tal vez no fuera más que un sueño. Agazapado como estaba, detrás de las cortinas, no veía las figuras humanas, ni las de los dromedarios. Sólo veía las sombras. Pero, tenían que ser ellos. Sólo podían ser ellos. ¿Quién sino?.
Después de un buen rato, que a mi me pareció media noche, por fin las sombras dieron paso a las luces. Los chavales (ya creciditos) del barrio, venían de juerga. Unos estaban vestidos de Reyes y todos jugaban al burro. No oía el jolgorio, porque el crimalit y las contraventanas amortiguan lo suyo. También mi cabeza hizo su parte. Los regalos eran litronas y los camellos bebedores de cerveza.
Me ha costado dormir y pensando en ello he llegado a la conclusión que al igual que dios, los reyes ni son magos ni adoran a nadie que no sean ellos. ¿Cómo si no iban a permitir que en la tierra de su dios, los nuevos Herodes, los nuevos nazis del nuevo campo de concentración llamado Gaza estén masacrando a niños inocentes?.
La Navidad no existe, y el amor de los hombres, menos.

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